Nuestro sistema inmunológico nos protege de las bacterias, los virus y otros organismos patógenos. Se trata de un sistema de defensa complejo y eficaz.
La alimentación influye en el sistema inmunológico, pero dada la complejidad del mismo resulta muy difícil evaluar los efectos de la dieta en este sistema. Sin embargo, los resultados de diversas investigaciones han permitido identificar algunos factores dietéticos que afectan a la respuesta inmunológica de nuestro organismo. El mantenimiento del sistema inmunológico requiere un consumo constante de todas las vitaminas y minerales necesarios.
Las personas mal alimentadas presentan un mayor riesgo de contraer infecciones. Los regímenes de adelgazamiento de menos de 1.200 kcal al día también pueden hacer disminuir la función inmunológica, lo que constituye una buena razón para evitar las poco saludables «dietas milagrosas».
Del mismo modo, el aporte excesivo de energía también puede afectar a la capacidad del sistema inmunológico de combatir las infecciones. La obesidad está ligada a una mayor incidencia de enfermedades infecciosas.
El mantenimiento del sistema inmunológico requiere un consumo constante de todas las vitaminas y minerales necesarios. Para ello, hay que asegurarse de seguir una dieta equilibrada que incluya frutas y verduras en abundancia, así como yogures o productos similares.
Las enfermedades crónicas asociadas con hábitos de vida modernos están, en general, relacionadas con un mal funcionamiento del sistema inmunológico. Es necesario un soporte nutricional adecuado para obtener una respuesta inmunológica correcta.
El déficit nutricional es considerado la causa primaria del déficit inmunitario, debido a que el primero afecta en múltiples niveles al segundo. En los casos en donde se manifiesta desnutrición, la integridad de la barrera mucosa cutánea y la secreción de inmunoglobulina A (primeras líneas de defensa ante la invasión de agentes externos) se ven alteradas. También se alteran otras líneas defensivas como la inmunidad celular.
Por otro lado, la inmunidad innata también se encuentra alterada en este estado, produciéndose una disminución de la capacidad bactericida y fungicida de los monocitos polimorfonucleares, y una disminución de la capacidad presentadora de antígenos por parte de los macrófagos. También se encuentra alterado el sistema del complemento.
En relación con la inmunidad adaptativa, en estado de desnutrición, parece ser que las alteracion en la producción de anticuerpos responde a que las células T cooperadoras se encuentran afectadas. Los estudios actuales se centran en evaluar el efecto o influencia de los patrones alimentarios en relación con la salud y la enfermedad:
- Dieta Mediterránea: basada en frutas, verduras, cereales integrales, legumbres, frutos secos, pescado y productos lácteos bajos en grasa, consumo moderado de vino, y cuya principal fuente de grasas es el aceite de oliva. Asociada con menor concentración de marcadores inflamatorios.
- Dieta vegetariana: generalmente asociadas con concentraciones más bajas de los biomarcadores de inflamación crónica y función endotelial si se compara con las no vegetarianas. Es importante valorar las potenciales diferencias en los hábitos de vida de las poblaciones vegetarianas en relación con aquellas que no (actividad física, hábito fumador, clase social, etc.).
Estudios sobre población aterosclerótica revelan la asociación positiva de una dieta sana con una menor concentración de biomarcadores de inflamación crónica “leve” (Nettleton, Matijevic, Follis, Folsom y Boerwinkle, 2010).
Estos datos revelan el papel importante de la plasticidad génica/metabólica del organismo y apuntan a la enorme importancia de la composición de la dieta y su interacción con factores ambientales y finalmente el sistema inmunológico del individuo en el riesgo de padecer enfermedades.
Seguiremos con este tema tan interesante, en la próxima entrada del blog. ¡Estad atent@s! 😉
Artículo escrito por Héctor Esteban López, nutricionista de Altafit Sanse.